De pronto sentía la cuchilla de su mirada
penetrar dentro de mi,
así fue cómo la noche veraniega
me volvió la espalda
y arrojó su luz más antigua
sobre mi rostro.
Amplié mi pecho con suspiros
que traían pensamientos antagónicos
sobre el amor.
Un escritor italiano una vez
bendijo la soledad de su corazón;
adoraba deleitarse con su arte
sin distracciones.
Sospecho entonces que no puedo escribir lo bello,
aprendí a amar a otro,
aprendí a amar erróneamente,
(¿hay una forma correcta de amar?)
Y, de nuevo, me fui a otro país,
donde las lágrimas se extinguieron hace mucho,
donde amar es para débiles,
y sufrir en silencio es de fuertes.
No he dejado de pensar en el tuyo,
quello dove sono nata ancora una volta,
quello che mi ha donato la lingua
i costumi e addirittura l’ottimismo.
Amar sin país
es tener un Dios bueno y diferente,
que no entiende mi lengua.
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